martes, 12 de mayo de 2009

Si Iván viviera

No puedo abandonar El día del opríchnik, de Vladimir Sorokin, que compré esta mañana camino al diario. "¡Bueno es que se acumule nieve! Cubre las vergüenzas de la tierra. Y gracias a ella el alma se hace más limpia."

Me tiene atrapado esta distopía de una sociedad rusa de 2028 que sigue las normas implantadas por Iván IV, el Terrible, con su aterradora guardia pretoriana  de la oprichnina (опричнина), barriendo a fuego y sangre los designios del heredero del Rurik, todavía sentado en el trono del kremlin

"Nosotros pronto seremos cenizas, volaremos a los mundos del más allá, pero los gloriosos abetos moscovitas  seguirán desafiando al tiempo, abarcándolo con sus ramas majestuosas", me dice Sorokin

Dejo el libro en la mesa y voy hasta la biblioteca del comedor. Busco la biografía novelada de Iván el Terrible por Henri Troyat, en una edición de Emecé de 1982. Leo las partes dedicadas a la oprichnina y su ordalía colectiva con el aval del Estado contra miembros de la nobleza y de los plebeyos. Casi siento el knut lacerando mis heridas imaginarias. Imagino a los oprichniki (oпричники) con sus negros caftanes, cabalgando con el viento como una nueva ira de Dios.

"Juro ser fiel al Zar y a su imperio, al joven Zarevich y a la Zarina, y revelar todo lo que sepa o pueda saber sobre cualquier maniobra dirigida contra ellos por unos o por otros. Juro renegar de mi ascendencia y olvidar a mi padre y a mi madre", es el juramento de sus integrantes, leoo en el tomo de Troyat

Con sus remordimientos o sin ellos, los huesos de Iván IV descansan detrás del iconostasio de la catedral del Arcángel Miguel, dentro del reducto amurallado de la fortaleza de Moscú. Las víctimas de sus oprichniki son viento en las estepas.

¿Porqué me acuerdo imprevistamente de La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, tan ferozmente cuestionada? ¿Asocio la tortura del nazareno con las víctimas del knut? Vi la película el día del estreno en la Argentina, una mañana de fines de un verano. La gente a mi alrededor gimoteaba. Otras lloraban a cántaros.

Se le critica que era imposible que su tortura pudiera extenderse por tantos y tantos latigazos, tanta sangre en pantalla. Yo no estoy de acuerdo con estas opiniones. A mí me gustó la discutida obra. El gran misterio de Cristo comienza con su pasión, con su muerte. Pero, ¿qué me llevó a escribir sobre Jesús?

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