viernes, 31 de diciembre de 2010

Un té con Rasputín


“Sábado 30 de diciembre de 1916.
"Aproximadamente a las 7 de la tarde un informador excelente, que está a mi servicio, me comunica que Rasputín ha sido asesinado esta madrugada, durante una cena en el palacio Yusupov. Los asesinos se supone son el joven príncipe Félix Yusupov, que se casó en 1914 con una sobrina del emperador; el gran duque Dimitri, hijo del gran duque Pablo, y Purichkievich, jefe de la extrema derecha de la Duma. Se dice que dos o tres mujeres de la sociedad han asistido a la cena. La noticia se mantiene hasta ahora en riguroso secreto.
"Antes de telegrafiar a Paris trato de comprobar lo que acaban de comunicarme.
"Me dirijo inmediatamente a casa de la condesa K… Ella telefonea a su parienta Mme. Golovin, la gran amiga y protectora de Rasputín. "Una voz desolada responde:
–Sí, el padre ha desaparecido esta noche. No se sabe lo que ha sido de él…¡Es una desgracia horrible!
"En el Yacht Club la noticia se divulga durante la tarde. El gran duque Nicolás Mikailovich se resiste a creerla.
"–Diez veces ya –dijo–nos han anunciado la muerte de Rasputín. ¡Y siempre ha resucitado, más potente que nunca!
"El telefonea, sin embargo, al presidente del Consejo. Trepov le respnde:
"–Unicamente sé que Rasputín ha desaparecido; presumo que ha sido asesinado. Esto es todo. El jefe de la Okhrana es quien tiene el asunto entre manos.

"Domingo 31 de diciembre de 1916
"No se encuentra el cuerpo de Rasputín.
"La emperatriz está enloquecida de dolor; Ha suplicado al emperador, que está en Mohilev, se traslade inmediatamente a su lado.
"Martes 2 de enero de 1917
"El cuerpo de Rasputín ha sido encontrado entre los hielos de la pequeña Newka, a lo largo de la isla Krestovsky, cerca del palacio Bieloselsky.
"Hasta el último instante, la emperatriz ha esperado que Dios le conservase su “consolador y su único amigo”.
"Al saberse anteayer la muerte de Rasputín, el  público se ha regocijado. Se abrazaban en las calles, se quemaban cirios ante Nuestra Señora de Kazán.
"Como ha circulado la noticia de que el gran duque Dimitri era uno de los asesinos, el pueblo se ha apresurado a quemar los cirios ante los iconos de San Dimitri.”
(De La Rusia de los Zares, tomo II, por Maurice Paleologue, embajador francés en la corte de Nicolás II)



Rasputín fue invitado al palacio Yusupov con un pretexto en la noche del 29 al 30 de diciembre de 1916. Primero envenenado inútilmente con arsénico, los conjurados tuvieron que terminar su tarea a tiros. Aunque se dice que el monje finalmente murió ahogado, cuando se lo tira a las aguas congeladas que atraviesan San Petersburgo.

En 1994 estuvimos en el palacio Yusupov con mi mujer. Unas imágenes tomadas en el lugar, hoy museo y conservado tal cual estaba en esa noche de 1916.

Bibliografía:
La Rusia de los zares, por Mauricé Paleologue, Edición de La Nación (en español)
El asesinato de Rasputín, por Félix Yussupov, Ediciones Martínez Roca, 1993 (en español)
El hombre que mató a Rasputín, por Greg King, Javier Vergara Editor, 1997 (en español)
Rasputin, rascal Master, por Jane Oakley, St. Martin’s Press, 1990 (en ingles)


Sitios aconsejables:
The Yusupov Palace on the Moika
Saint Petersburg
Yusupov Palace (Lonely Planet)

Abajo, ubicación del palacio Yusupov sobre el canal Moika


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sábado, 20 de noviembre de 2010

Se apaga una luz

Hace 100 años moría, en una olvidada estación de tren que él hizo famosa, Lev Nicolaevich Tolstoy (Лeв Никола́евич Толсто́й). Fue en Astapovo y el genio murió de neumonía. 
Dos años atrás pude visitar la casa en donde vivió en Moscú, en la calle Lva Tolstovo 21, a un par de cuadras de la estación del metro Park Kultury. Pasó aquí los inviernos entre 1882 y 1901, junto con su esposa Sofia Andreevna, y los 9 hijos. Durante los veranos se iba a Yasnaya Polyana.
Fue en esta casa, hoy museo, donde escribió La muerte de Ivan Ilich, Sonata Kreutzer y Resurrección. Esta última le valió su excomunión de la iglesia ortodoxa rusa.
Mi recuerdo fotográfico de un lugar con fantasmas.




Un mapa para los que van a visitarla por mí. Los envidio.

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jueves, 1 de abril de 2010

De librerías y manías


Las librerías tienen un permanente y universal encanto para muchos. Supongo que algunos no hemos terminado de visitar una ciudad hasta que no hayamos recorrido media docena de ellas, sea el lugar en que esté, sea el idioma que se hable. Así era mi viejo –aunque él incluía también una asistencia obligatoria a una disquería–, así soy yo.
A este amor yo sumo una manía, pan de los psicólogos. Es guardar recibos de todo tipo que me dan en los viajes. Aunque algunos se rían, esto me permite revivir algo ocurrido o reconstruir parte de mi viaje. Como lo que me ocurrió en una librería de Moscú hace casi dos años.
En un momento que me pude escapar a caminar por la capital durante mi viaje invitado por Kaspersky Labs, un mediodía, me dije: "Sin rumbo fijo". Tan lo hice literalmente, que no sé por dónde estaba cuando encontré una gran librería que en el ticket que me dieron luego decía Националная книготорговая сеть.
Subí a su primer piso y me puse a revisar entre cientos de libros de historia y literatura. Encontré dos tomos que me interesaron, uno sobre las catedrales de Moscú y otro acerca de cómo vieron a la ciudad en sus obras grandes escritores rusos. Pregunto el precio a una de las vendedoras.
El primero, 752 rublos. El otro, a 175,95. Pero lo comento si de éste no tenía otro ejemplar, ya que su tapa estaba un poco rasgada.
Me sonríe y me dice que se va a fijar en el sistema. Me responde que no, pero que me iba a dar un descuento del 10% por el defecto que yo le marqué. No lo esperaba ni se lo comenté buscando una rebaja. No soy como mi mujer.
Cuan diferente es la atención al cliente con relación a mi primer viaje a Rusia. Recuerdo imágenes de mi visita al Dom Knigi, la "casa del libro", un mamotreto enorme que está en la antigua avenida Kalinina, hoy Nueva Arbat, donde con mi mujer esperabamos encontrar cursos de ruso, diccionarios, videos.
No encontré casi nada. Sólo un lugar atiborrado de gente y con muchos libros pero ausencia de variedad. La atención dejaba mucho que desear. Salimos decepcionados.
Me acuerdo que terminé comprando un hermoso diccionario ruso-español en la calle, a la salida. Todavía lo tengo. Pero no me dieron factura así que no puedo decir cuánto pagué.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Moscú, 29-3-10


“Cuidado, cuidado. Las puertas se cierran. Próxima estación, Park Kultury”. No sé porqué siempre nos quedó a mi mujer y a mí todos estos años el recuerdo de esa frase del altoparlante de la formación del subte moscovita cuando se acercaba a esa estación en particular.
A partir de ahora muchos asociarán a Park Kultury con muerte, sangre, oscuridad y desesperación. Y maldecirán esa frase que yo recuerdo con cariño.
Es difícil separar el Metro (subte) de la capital rusa. Con su precio de poco menos de 30 rublos, alrededor de un dólar por viaje, y su trazado que abarca todos los rincones de la ciudad, no hay manera más rápida y barata para moverse por ella. No sólo para sus habitantes que van todos los días a trabajar o a estudiar, sino para los millones de turistas que visitan anualmente Moscú.
Aunque he visto cambiar desde los finales del comunismo los atuendos usados por la gente joven, hay algo permanente y que siempre me llama la atención en todos mis viajes a Moscú: lo lectores que son. Libros, diarios, revistas, las letras parecen ser los compañeros indispensables entre los largos trayectos entre estación y estación.
Park Kultury es un punto que permite el trasbordo entre las líneas Sokolnicheskaya y Koltsebaya. Inaugurada en 1935, en sus paredes con bajorrelieves de mármol están representadas escenas de gente leyendo, jugando ajedrez y bailando. Es, por sí misma, una de las estaciones del Metro más visitadas por los turistas.
Recordemos que el subte moscovita fue uno de los sueños de José Stalin para mostrar al mundo la superioridad del modelo comunista. Por su gran profundidad fue ideal, además, para ser usado como refugio antiaéreo durante la Segunda Guerra Mundial. Muchas de sus estaciones quedaron iguales a cuando fueron inauguradas, aunque hayan cambiado en algunos casos sus nombres.
Si salimos de Park Kultury, caminamos unas cuadras por la avenida Komsomolskaya y luego doblamos al llegar a la iglesia ortodoxa de San Nicolás, encontramos la casa, hoy museo, que utilizó Lev Tolstoy cuando no estaba en su hacienda de Yasnaya Polyana.
La otra estación en donde anteayer se produjo un atentado fue la Lubyanka, conocida hasta 1990 como Dzerzhinskaya, por el temible Felix Dzerzhinsky, primer director de la Cheka, la policía secreta de los albores del comunismo que con los años pasaría a conocerse como la KGB.
Hasta la caída de los soviets una estatua gigantesca de Dzerzhinsky era lo primero que se veía al salir de la estación Lubyanka, ubicada junto a la aterradora sede de la KGB. Hoy la estatua no está más y el edificio donde antes se torturaba y encarcelaba a los opositores, librepensadores y gente molesta al régimen comunista, es la sede de la oficina de seguridad del Gobierno ruso, la FSB. Por décadas no se permitía intentar sacar una foto a esa mole incrustada en medio de Moscú. Por más de un motivo, pasará mucho tiempo para que la Lubyanka deje de traer reminiscencias de dolor y de muerte.