jueves, 21 de abril de 2011

La crueldad en Iván, ¿un mal necesario?

Iván IV, por Viktor Vasnetsov
"En 1569 Iván el Terrible volvió su ira contra el Gran Novgorod. Los habitantes de esta ciudad fueron acusados de estar dispuestos a pasar al lado del rey de Polonia y de querer poner en el trono de Rusia a Vladimir Staritski. La expedición punitiva contra Novgorod, que debían llevar a cabo los regimientos opríchniki, fue preparada con sumo cuidado y en el más absoluto secreto. Todas las ciudades y calles del suburbio Alexandrovo hasta Livonia fueron ocupadas por soldados opríchniki. En el recorrido real hasta Novgorod, a través de Tver, Torgiok y otras ciudades, fue sembrado de sanguinarias represiones. A principios de enero de 1570, Iván el Terrible llegó a Novgorod. En primer término, el arzobispo Pimen fue hecho prisionero; se lo consideraba el jefe de los conjurados. Luego comenzaron las torturas y las condenas. En un anal se recuerda que diariamente y durante 5 semanas seguidas, de mil a mil quinientas personas fueron ahogadas en el río Volkov. Los opríchniki llevaban a cabo incursiones punitivas en los alrededores de Novgorod, saqueando las propiedades de los conventos, de los nobles y de los campesinos, quemando las cosechas, matando hombres y animales. Durante la campaña de Novgorod murieron decenas de millares de campesinos y artesanos. En la memoria popular esta campaña permaneció durante siglos como la época terrible del arbitrio y la violencia en la que Iván IV, como animal feroz, se ensañaba con todos". 
Así describe Aleksandr Zimin, en su biografía del monarca ruso, uno de los hechos más sangrientos del reinado de Iván IV, conocido también como Iván el Terrible (en ruso, Ива́н Гро́зный). Hecho este que, según algunos autores, arrojó más de 60.000 víctimas en Novgorod y alrededores.
Opríchniki, por Nikolai Nevrev
Para casi todos un sádico enfermo amante de la sangre, durante siglos permaneció en la idea general que era un personaje oscuro que se debía mejor olvidar. Este soberano nacido en 1530 y muerto en 1584, se lo recuerda mayormente por sus crímenes salvajes, sus opríchniki –esa guardia de miles de servidores que azolaban a todos los que se atrevieran a caer en desgracia con Iván–, el crimen de su hijo y heredero en un acceso de rabia y su guerra interminable con Livonia, que desangró al país. Pero en la década de 1920 y posteriormente, comenzó a vérselo con otra óptica. Ya no era esa bestia sanguinaria sino un jefe de Estado duro, pero uno de los constructores de la nación. Se lo empezaba a considerar como el gran zar que quitó poder a los nobles (boyardos) opuestos al poder central, al hombre culto que impulsó el uso de la imprenta y que, por sobre todo, incorporó Siberia al territorio de Rusia. Las dos películas de Eisenstein sobre su vida ayudaron también a cambiar la perspectiva con la que se lo miraba.
Iván da muerte a su hijo, por Repin

Lo que no se puede negar que la crueldad no era exclusiva de este zar del siglo XVI. Muchos personajes históricos que se los recuerdan como grandes monarcas también tuvieron sus negros hechos pero hoy se lo recuerdan de manera glamorosa.
Tomemos, por ejemplo, al rey inglés Enrique V, que aunque muy caballeroso en la obra de Shakespeare, durante la batalla de Agincourt ordena degollar a cientos de prisioneros franceses. Carlos el Temerario, duque de Borgoña, mando ahogar y ahorcar a todos los soldados de Berna que se habían rendido en el castillo de Grandson. Casos como estos, son comunes en los libros de historia. 
El personaje que nunca tuvo buena prensa y pasó a la posteridad como uno de los seres más despiadados que existieron, fue el voivoda de Valaquia Vlad Tepes, o Vlad Draculea, el Empalador (1431-1476). 
Vlad desayuna rodeado de empalados
Este guerrero y hombre de estado, que algunas veces peleaba contra los turcos y a veces en contra, supo ganarse una fama que llevó a ser el inspirador de un personaje conocido por todos y famoso chupador de sangre literario: el conde Drácula.
En una de las mejores biografías de Vlad Tepes, la escrita por Ralf-Peter Märtin, se relata algunas de las anécdotas más terroríficas del valaco. Por ejemplo, aquella en que un sacerdote se atreve a sermonearlo por haber mandado asesinar a una familia de boyardos, sin perdonar ni siquiera a los recién nacidos. 
Vlad Tepes le respondió que "te debo una explicación: no puedes quedarte nunca a medio camino. No basta con podar la mala hierba, debes llegar a la raíz para exterminarla. Los niños de hoy son mis enemigos de mañana, y no tardarán en mí a sus padres". El prior fue empalado. Como su insolencia había sido producto de su cerebro, le atravesaron la cabeza con el palo.
La historia da demasiados ejemplos como estos, tanto de Vlad Tepes como de sus contemporáneos y de otros siglos, aunque la crueldad no tiene límites ni épocas. Posiblemente el horror este conviviendo cerca nuestro.