lunes, 16 de febrero de 2009

Normas de urbanidad en el Hermitage

En una época era terra incognita, pero a partir de los siglos XV y XVI comenzaron a llegar a Rusia viajeros extranjeros que luego plasmaron en diversos libros sus impresiones de esas tierras lejanas.
Tenemos, por ejemplo, el relato de los tiempos turbulentos previos a la llegada al trono de los Romanov, hecho por el capitán francés Jacques Margeret y titulado Etat de l'Empire de Russie, et grand-duché de Moscovie, 1606. También llegaron a Rusia viajeros de otras nacionalidades, como el inglés Giles Fletcher, embajador ante el zar Feodor entre 1584 y 1585 y que luego volcó sus experiencias en Of the Russe Commonwealth.
Pero viniendo más acá en el tiempo, a las primeras décadas del siglo XIX, tenemos el extenso libro del marqués Astolphe de Custine, un noble francés (1790-1857) que visitó Moscú y San Petersburgo en 1839.

De la versión publicada por Doubleday en inglés, en 1989, Empire of the Czar, que cubre casi por completo el texto de Custine –fueron eliminados, según los editores, largas disquisiciones del viajero sobre la religión ortodoxa rusa– extraemos algunas reglas que estaban colocadas en una sala del Museo del Hermitage y que debían ser cumplidas por todos los visitantes, y que, según el autor, fueron mandadas a poner allí por Catalina la Grande.
A decir verdad, cuando estuvimos con mi mujer en el Hermitage no encontramos estas recomendaciones. Vayamos, entonces, a ellas:

  • Al ingresar, el título y el rango deben dejarse afuera, tanto como el sombrero y la espada.
  • Pretensiones basadas en las prerrogativas de nacimiento, orgullo, u otros sentimientos de una naturaleza similar, deben ser dejadas en la puerta.
  • Sea divertido; sin embargo, no rompa nada ni estropee nada.
  • Sientese, parese, camine, haga lo que le plazca, sin oír a nadie.
  • Hable con moderación y no muy a menudo, para evitar molestar a otro.
  • Discuta sin enfado y sin acalorarse.
  • Juegos inocentes, propuesto por cualquier miembro de la sociedad, debe ser aceptado por otros.
  • Coma lento y con appetite; tome con moderación. Que cada uno pueda caminar derecho cuando sale de aquí.
  • Deje todas las peleas en la puerta. Lo que a uno le entra por un oído le debe salir por el otro antes de atravesar el umbral del Hermitage. Si cualquiera viola estas reglas, por cada falta que verifican dos testigos se debe beber un vaso de agua fresca (las damas no se exceptúan); además, se debe leer en voz alta una página de la Telemaquíada –un poema de Frediakofsky–. Quien quiera que falla en tres de cualquiera de estos artículos, debe aprender de memoria seis líneas de la Telemaquíada. Quien falla en el el décimo artículo, jamás podrá ingresar de nuevo al Hermitage.

2 comentarios:

  1. Después de leer con atención las normas que rigen en el hermitage de Rusia, he decidido por unanimidad, ¡¡¡ no iiirrrrr!!!! jajajaja.

    Jrs. tu blog me encantó. Espero el proximo relato.
    Besos. Tere

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  2. No es para tanto, Tere. Hoy no son tan estrictos.

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